Reflexiones sobre mi tiempo en Alaska
Cuando me canso de los ordenadores, elijo una ONG y me voy de voluntaria durante unos meses. Cuanto más lejos de la civilización, mejor. Trabajo, voluntariado, y vuelta a empezar. Me ha ayudado a mantenerme cuerda, a crecer y a aportar mi granito de arena. Se acerca mucho a mi idea de una carrera perfecta.
He estado en varios lugares, pero nada se compara con mi tiempo en Alaska. Para describir la sensación, quizás lo mejor sea hablar de una de mis fotos favoritas. Muestra un grupo de ballenas jorobadas alimentándose con redes de burbujas en el sureste de Alaska. La tomé durante el verano de 2018, en una expedición en la que estuvimos seis días lejos de la base, los seis en una pequeña lancha para tres personas. Así es como uno termina acampando en una tienda de campaña, en un barco. :)
Por supuesto, también trabajo con el ordenador durante estos meses, creando mapas para la ONG en la que trabajo, pero las oficinas pueden ser muy distintas a las que estamos acostumbrados. Como aquella en una isla deshabitada donde cuatro contenedores de plástico me servían de mesa y el quinto de silla. La mejor oficina que he tenido, con visitas frecuentes de ballenas y focas en el estrecho que tenía delante y una maravillosa selva templada justo detrás. Al terminar la jornada laboral, tocaba explorar la naturaleza y luego regresar a la tienda de campaña en el bosque.
Durante mis estancias en Alaska (dos veranos hasta ahora) he trabajado en múltiples proyectos, incluyendo mapas de distribución de ballenas, datos de sonar hidroacústico sobre el krill y la comparación de estos con datos de avistamientos y comportamiento de ballenas recopilados simultáneamente, mapas batimétricos y otros, mientras también vivía mi sueño y fingía ser biólogo marino, conduciendo barcos, tomando fotografías de identificación o recopilando datos de sonido de ballenas con hidrófonos.
Sin duda, es el tipo de lugar y trabajo al que me gustaría volver con la mayor frecuencia posible.
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